Por Luis Martínez Alcántara

El presidente de LaLiga, Javier Tebas, lanzó duras críticas contra el nuevo formato del Mundial de Clubes durante su participación en el seminario “Nuevas Tendencias en la Industria del Deporte”, celebrado en la Universidad Euneiz, en Vitoria.

Para Tebas, el torneo de la FIFA es “dañino” para el calendario, fue creado sin consenso con las ligas nacionales y pone en grave riesgo la competitividad del fútbol mundial. “Perdemos la perspectiva”, advirtió, al subrayar que hay clubes que ganan hasta 140 millones de euros, más del doble del presupuesto de equipos como el Alavés.

Además, denunció que los premios económicos desmedidos amplifican la desigualdad entre gigantes y clubes modestos, erosionando el equilibrio del ecosistema futbolístico. Tebas también se negó a mover la primera jornada de LaLiga para acomodar al Real Madrid tras el Mundial, argumentando que afectaría los derechos audiovisuales, clave para la supervivencia económica de equipos que no participan en Europa.

Desde esta redacción, coincidimos con la preocupación de Tebas, y la ampliamos: el problema central es la falta de una calendarización unificada. Mientras algunas ligas entran al torneo tras semanas de inactividad, otras vienen de competir sin descanso. No hay condiciones equitativas. Si la FIFA realmente desea un torneo global y justo, debe garantizar que todos los clubes tengan la misma preparación. De lo contrario, será solo un espectáculo de marketing… sin mérito deportivo.

Pero lo más grave es lo que nadie parece querer enfrentar: los jugadores están al borde del colapso físico. Juegan todo: liga, copa, Champions, selecciones, y ahora este Mundial. El calendario está saturado y el cuerpo humano tiene límites. Las lesiones han aumentado y el rendimiento baja. Los futbolistas no son máquinas. Necesitan descanso real, no semanas maquilladas de “recuperación” mientras vuelan entre continentes.

Tanto la postura institucional de Tebas como esta opinión editorial coinciden en un punto crucial: el fútbol está hipotecando su futuro por ambición desmedida. Si no se prioriza la salud de los jugadores, la equidad deportiva y la sostenibilidad de las ligas locales, el Mundial de Clubes dejará de ser un sueño global para convertirse en un símbolo del colapso de un deporte secuestrado por el negocio.

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