EDITORIAL
Este domingo 15 de junio celebramos a quienes, con amor, disciplina y entrega, han sido guía y ejemplo en nuestras vidas: los padres. No hay una sola forma de ser papá, pero todas comparten un mismo valor: la presencia. Porque ser padre va mucho más allá de un lazo biológico; se trata de estar, de apoyar, de educar y de amar sin condiciones. Los padres, como seres humanos, tienen cualidades y defectos y debemos estar conscientes de ello.
Hay hombres que, sin haber engendrado a un hijo, lo han criado como propio, con la misma pasión y entrega que si llevaran su sangre. Son ellos quienes nos enseñan que ser papá no es un título, es una vocación. También están quienes han asumido ambos roles, padre y madre, multiplicando su esfuerzo para que a sus hijos no les falte amor, techo ni esperanza.
Ser papá es un trabajo que no termina al caer la noche. Es levantarse temprano, tomar decisiones difíciles, dar ejemplo y, muchas veces, renunciar a los propios sueños para que los hijos puedan cumplir los suyos. Pero también es reír con ellos, celebrar sus logros, y estar ahí cuando todo parece derrumbarse. En ese equilibrio de sacrificio y ternura, se construye la figura del padre.
A todos los papás que hoy cumplen con este rol, sin pedir reconocimiento ni aplausos, queremos decirles: gracias. Gracias por ser cimiento, refugio y brújula. Su esfuerzo es más valioso de lo que las palabras pueden expresar. En cada abrazo de un hijo, en cada “gracias” espontáneo, está la recompensa a su labor silenciosa.
Desde este espacio, agradecemos la lealtad de nuestros lectores y extendemos una calurosa felicitación a todos los padres. Que este Día del Padre esté lleno de momentos felices, rodeados del amor de sus familias. ¡Felicidades, papá! Que la vida les siga dando razones para sentirse orgullosos de todo lo que han sembrado.
A todos, gracias por su preferencia.